ENTRENAMOS EN EL INEFC DE BARCELONA.

No todo era trabajar, nos divertíamos y mucho!

Venía del Meta Esports, el gimnasio más elitista y moderno del entorno y ahora entraba cada día en ese local que estaba a kilómetros de distáncia en todos los aspectos. Aun así, cuando alguna vez me vencía la nostalgia o la duda, recordaba que aquél, por sencillo y humilde que fuera era, por primera vez, mi proyecto, mi oportunidad y la oportunidad de llevar a Sentmenat un proyecto profesional en la línea de aquel fenómeno que hacía entrenar a tantas personas: ¡EL FITNESS, y dos deportes, LA GIMNASIA ARTÍSTICA y el KARATE!

 

LA GIMNÁSTICA ARTÍSTICA.

Empezamos con tres niñas una de ellas Irene, mi hija. Poco a poco se van añadiendo y muy pronto tenemos un grupo de trabajo. Será porque fueron las primeras, quizás porque crecí como profesional y persona al tiempo que ellas evolucionaban como gimnastas, quizás porque era joven con el corazón limpio y confiado, quizás porque ellas eran como eran, preciosas, inteligentes, ingeniosas, divertidas, quizá por aquellos padres que, agradecidos y contentos, nos apoyaban, quizás porque la magia existe, pero fui muy feliz en aquellos inicios del club. Ellas aprendían y yo tenía que resolver límites. Entrenábamos en ese espacio, aprovechando todo lo que teníamos al alcance. Pronto no fue suficiente. Inefc tenía las mejores instalaciones de gimnasia artística que yo había visto nunca. Aprovechando que hacía especialidad en gimnasia artística, y con el concepto "prácticas de la asignatura", los profesores, que valoraban mi trabajo, me firman actas para ir a entrenar los sábados. Padres y entrenadores voluntarios y yo misma llenábamos los coches. Y, cada sábado, nos dirigíamos al Inefc a entrenar. Recuerdo los viajes. Cantábamos y contábamos historias de miedo, Berni emocionada cada vez que pasábamos por el barrio "germinal", aquellos desayunos antes de entrenar, sus risas cuando les leía el libro "Frena Cándida, frena", los finales de entrenamiento saltando como locas en las camas elásticas... También recuerdo los entrenamientos en la playa, los sombreros del Corte Ingles...y lo que seguramente recuerdan sus padres. Ese día que nos organizamos para salir juntos hacia una competición.

Al acercarnos a la Foixarda  entiendo que algo sucede. No hay ni rastro del montón de coches y revuelo que solía haber. Recuerdo acercarme a la entrada y preguntar. Me había equivocado de día. Me recuerdo caminando hacia los padres deseando desaparecer abducida por los extraterrestres y recuerdo la cara de todos cuando les conté que había que volver a casa y repetir excursión al día siguiente. Entre todos decidieron que, ya que habíamos realizado la excursión, la podíamos aprovechar. Terminamos en el Viena de Sabadell haciendo una fiesta de bocadillos. Así eran esos padres. Empezamos compitiendo en las Escolares que organizaba la diputación y pronto, muy pronto, ya entramos en el circuito de la federación. Nuestras niñas, independientemente de los resultados deportivos, eran referentes de elegancia y expresión gracias al trabajo del ballet de Anna, del trabajo técnico de Laia y sus supercoreografías.